Esta araña imita a una avispa tan bien que incluso engaña a la inteligencia artificial

Un nuevo estudio demuestra que ciertas arañas saltarinas imitan tan bien a las avispas que logran engañar a algoritmos de inteligencia artificial, desafiando lo que sabemos sobre camuflaje animal y percepción visual en máquinas.

Publicado por El Forastero

A simple vista, algunos animales parecen llevar disfraces dignos de una película de ciencia ficción. Quien haya observado de cerca ciertas arañas saltarinas podría pensar que llevan un casco extraño o una máscara tribal pintada en la espalda. Es un efecto curioso que hace que uno se pregunte: ¿realmente esas marcas tienen un propósito o solo es cosa de nuestra imaginación? Lo interesante es que, en algunos casos, no solo engañan a nuestros ojos, sino también a los de las máquinas.

Eso es justo lo que se propuso investigar un equipo de biólogos de la universidad de Cincinnati, cuando las restricciones de la pandemia les impidieron salir al campo. Aprovecharon entonces un aliado inesperado: un sistema de visión por computadora. El objetivo era comprobar si ciertas arañas se parecen tanto a avispas que incluso un algoritmo entrenado para distinguir insectos y arácnidos caería en la trampa. Los resultados, publicados en la revista Behavioral Ecology, revelaron que algunas arañas confunden a los algoritmos casi tanto como a los humanos.

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Un patrón que no es solo decorativo

La especie protagonista del estudio es Maratus vespa, una araña saltarina endémica de Australia que ha sido ampliamente documentada por el investigador Jurgen Otto desde su descubrimiento en 2015. Su nombre, vespa, proviene del latín y significa “avispa”, una pista clara de la sorprendente semejanza que presenta. Cuando el macho despliega su abdomen durante el cortejo, aparecen unos patrones que recuerdan a la cabeza de una avispa.

Esta ilusión visual se intensifica cuando la araña levanta unos lóbulos laterales, lo que modifica su silueta y le da una forma similar a una púa de guitarra. Este contorno es el que, según los investigadores, puede interpretarse fácilmente como la “cara” de una avispa. La pregunta clave era: ¿estamos los humanos predispuestos a ver esas caras o también una máquina puede ser engañada por estas formas?

Las espaldas de las arañas saltadoras se asemejan a insectos depredadores como avispas y mantis religiosas que pueden engañar incluso a la IA. Gráfico/Olivia Harris con fotos de Jurgen Otto

Una IA confundida por una araña

Para resolverlo, los biólogos usaron técnicas de visión artificial. Alimentaron un algoritmo con imágenes de 62 especies distintas, incluyendo arañas, avispas, mantis religiosas y moscas. El sistema debía clasificarlas correctamente. Aunque la mayoría de las veces lo logró, hubo un grupo de especies que el sistema confundió una y otra vez: las arañas del género Maratus, y en especial Maratus vespa.

En palabras del estudio, “la inteligencia artificial clasificó erróneamente a algunas especies más del 20% de las veces” y, en muchos casos, como si se tratara de avispas. Este resultado no solo fue sorprendente, sino que también sirvió como una forma de medir objetivamente hasta qué punto la imitación visual de estas arañas puede funcionar más allá de la percepción humana.

Simulación artística de un experimento de microespectroscopía usado para estudiar la visión de arañas saltarinas en el laboratorio.

¿Para qué querría una araña parecerse a una avispa?

La estrategia evolutiva de parecerse a un depredador no es tan extraña como parece. Las avispas son temidas por muchos animales, incluidas otras arañas. Simular su apariencia puede ofrecer una protección extra frente a posibles amenazas, pero lo curioso es que en este caso el camuflaje aparece en el contexto de un ritual de apareamiento, lo que añade otra capa de complejidad.

Olivia Harris, autora principal del estudio, lo plantea así: “¿Por qué una araña querría parecerse a una avispa —un depredador de arañas— justo en el momento en que trata de atraer a una pareja?”. Una posible explicación es que el macho aprovecha la atención que la hembra presta a un posible depredador para iniciar su danza nupcial. En otras palabras, el disfraz podría ser una forma de ganar tiempo.

La manipulación sensorial como herramienta evolutiva

El concepto que se esconde tras esta estrategia se conoce como explotación sensorial, una forma de manipular los sentidos del otro en beneficio propio. En este caso, el macho se aprovecha de que la hembra, al detectar lo que parece una avispa a lo lejos, se detiene y presta atención. Esa pausa es suficiente para que el macho comience su espectáculo de cortejo.

Nathan Morehouse, coautor del estudio, lo explica con claridad: “Las hembras no se dejarán engañar para siempre. Si lo hicieran, perderían la capacidad de elegir pareja, lo cual sería perjudicial para la especie a largo plazo”. Por eso, el disfraz funciona mejor a distancia o cuando la hembra usa sus ojos periféricos, que solo detectan el color verde. Pero cuando el macho se acerca y entra en el campo de visión principal de la hembra —que distingue colores con mayor precisión—, el truco deja de ser efectivo.

Más allá de las imitaciones visuales

La idea de engañar al sistema sensorial de otro ser vivo no es nueva en el reino animal. Los machos de algunas especies de polilla emiten sonidos parecidos a los de un murciélago para asustar a sus parejas potenciales y evitar que escapen. En África, ciertos antílopes hacen falsas señales de alarma para que las hembras no abandonen su territorio. Pero en este caso, lo que destaca es que se trata de una imitación puramente visual y muy sofisticada.

No se trata solo de parecerse a otro animal por casualidad. Estas arañas han evolucionado para mostrar un patrón que explota un sesgo perceptivo muy específico, tanto en otros animales como en nosotros. Lo notable es que este patrón es tan efectivo que incluso puede superar el filtro analítico de un algoritmo entrenado, lo cual abre nuevas preguntas sobre cómo entendemos la percepción visual en humanos, animales y máquinas.

Lo que aún falta por descubrir

El estudio concluye que hacen falta más experimentos para comprobar si este tipo de imitación realmente tiene un impacto directo en el éxito reproductivo de los machos. La siguiente fase será observar la reacción de hembras vivas frente a los patrones de los machos, algo que no se pudo hacer antes por las restricciones de movilidad durante la pandemia.

Lo que ya está claro es que la frontera entre percepción y realidad es más delgada de lo que parece. Si incluso una inteligencia artificial puede ser engañada por una araña con patrones bien diseñados, tal vez haya muchas otras formas de camuflaje o comunicación animal que aún no comprendemos del todo. Esta investigación no solo aporta datos sobre arácnidos, sino también pistas sobre cómo vemos, cómo interpretamos y cómo nos dejamos engañar.

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