Este fantasma mexicano ha cautivado la imaginación de millones en Latinoamérica. Conoce esta versión poco conocida, en la que podrás encontrar diversos elementos de la cosmovisión nahua.
10 Oct 2024 By El Forastero
Uno de los espectros más conocidos y temidos en las leyendas populares de México, Centroamérica y Sudamérica, es el de una mujer que manifiesta su aterradora presencia con un llanto desgarrador, por ello le nombran “la Llorona”. Su penar se origina a partir de la pérdida de sus hijos, quienes perecen ahogados en la mayoría de las versiones. En cada región mexicana, incluso en cada núcleo familiar, se cuenta la leyenda reinventada, lo que hace siempre interesante su escucha. La versión que aquí leerán es de Severiano Cabanzo, quien era oriundo de la Sierra Negra del sureste poblano, y en ella podrán encontrar diversos elementos de la cosmovisión nahua.
Orígenes de una tragedia
Se dice que fue una mujer que “sí existió”, una joven que era muy pobre porque su marido bebía mucho, la engañaba con otras mujeres y no trabajaba. Así que se dedicó a lavar la ropa de las vecinas a cambio de maíz y frijol para comer. Siempre llevaba a sus dos pequeños hijos con ella, los chicos gustaban de jugar a la orilla del río con otros niños bajo advertencia de que no se metieran al agua porque estaba muy profundo y la corriente era fuerte.
Una tarde, los niños fueron a visitar un naranjo que quedaba cerca, solamente había un fruto en el árbol, emocionados lo cortaron y pelearon a manera de juego para ver quién se ganaba el dulce tesoro, entre tanto, la naranja cayó al suelo y rodó hasta el río; sin pensarlo una de las criaturas corrió tras ella y su hermano corrió tras él con afán de detenerlo, pero desafortunadamente los dos cayeron al agua. Su madre no se había percatado de lo sucedido al estar sumergida en sus pensamientos, hasta que le alertaron los gritos de las demás mujeres que también lavaban en aquel lugar. Sin dudarlo se lanzó al agua en su búsqueda, nadó incansablemente, pero no los encontró ya que, por desgracia, el río le había arrebatado a sus pequeños.
EN CADA REGIÓN MEXICANA, INCLUSO EN EL NÚCLEO FAMILIAR, SE NARR A UNA HISTORIA DIFERENTE
A partir de ese día sufrió mucho, lloraba y gritaba todas las noches por todo el poblado y sus alrededores, por lo que la comenzaron a nombrar como “Chocantena”, mujer que llora. Desde aquel trágico suceso, todos los días iba al mismo lugar del río y ahí se quedaba hasta el anochecer esperando ver a sus hijos. Su esposo la abandonó y ella quedó muy sola, ya no comía y se sentía muerta en vida. Un día creyó ver a sus hijos en el agua y se sumergió hasta que su cuerpo perdió la vida. Severiano comenta:
“Pensó que en el agua estaban sus hijos, los quería sacar, pero en realidad no había nadie, no eran sus hijos era sólo agua. Entonces dicen que luego ya se aparecía llorando y gritando, buscando a sus hijos, era como un alma en pena, gritaba feo, dicen que daba mucho miedo y ya no quería salir nadie de su casa en la noche. Dicen que antes se escuchaba más, ahora ya no tanto, pero mi abuelito dijo que sí la oyó y que a un compadre de él se lo llevó, porque era bien borracho, y un buen día lo encontraron desbarrancado en el cruce de camino, por donde pasa un río chiquito”.
Severiano relata detalladamente la manera en que se puede aparecer la Chocantena y cómo procede para hacerle daño a sus víctimas: “También le pasó la desgracia a otro señor, cuando venía de regreso de su milpa oscureció y llegó a un camino, vaya, al camino real que es un camino antiguo que construyeron en el siglo XVI. Ahí donde está un crucero vio a una mujer que iba cargando un morral con sus cosas, se animó a seguirla porque iba solita, la alcanzó y le gritó:
—¿A dónde va señora?
—Voy a mi casa. ¿Y tú de dónde vienes?
—Yo vengo de la milpa, fui a trabajar.
Pero en realidad el señor iba bien borracho, se había ido a beber con otros viciosos y no había ido a trabajar a su milpa. La mujer lo miró sonriendo y le dijo: —Vamos, ¿me acompañas?
—Vamos, yo también quiero compañera.
Se fueron, pero al llegar a otro crucero donde se parte el camino, el señor dijo: —No, mejor yo aquí me quedo.
—Si gustas nos quedamos aquí los dos, ¿nos quedamos?
Y sí, se quedaron bajo un árbol y tuvieron relaciones sexuales. A la medianoche el señor dice:
—Ya nos vamos, ya amaneció.
Pero la mujer dice:
—No, aún está oscuro, yo estoy viendo que está oscuro, pero vamos.
—Bueno.
—¿Por qué no me acompañas, vas a dejarme acá?, mejor donde está el crucero de
camino, ahí me dejas y tú te regresas.
—Sí, al cabo yo vivo cerca.
La dejó y cuando iba caminando sintió una presencia, volteó y venía la mujer, pero ya no se veía como mujer, sino que ahora tenía el aspecto de un animal, dicen que parecía una cabra negra que iba siguiendo al hombre y, de repente, comenzó a correr para cornearlo. Entonces él llegó corriendo a su casa:
—¡Hay!, ¡ábreme la puerta, ya llegué!
Y su mujer le pregunta:
—¿Dónde te agarró la noche?
—Me oscureció allá, en el crucero. ¡Ábreme, rápido! Gritaba el señor angustiado y espantado.
A la hora de abrir, el esposo se cayó en el suelo desmayado y cuando despertó dijo: —¡No sabes que me pasó!
—¿Qué te pasó?
Pero el señor estaba pálido, confundido y casi no podía hablar. La esposa buscó un huevo y unas hierbas, después lo comenzó a limpiar con el huevo y quemó hojas en el sahumerio para ahuyentar al mal aire, esa emanación del espíritu maligno que lo acechaba. Después de un rato se recuperó, entonces pudo contarle a su esposa: —Recuerdo que venía con una mujer que me encontré. A lo cual, su esposa le contestó:
—Esa mujer no es mujer buena, no es una mujer en realidad porque es mal aire, es la Chocantena.
Después de un tiempo el señor regresaba nuevamente borracho de la milpa, había trabajado un poco, pero llegó su compadre con un litro de aguardiente y dejaron de trabajar. Era mediodía y se volvió a encontrar con la Chocantena, tenía el aspecto de una hermosa mujer joven y ella le preguntó:
—¿Te acuerdas cuando nos encontramos?
—Sí, sí me acuerdo.
Pero el hombre iba muy asustado porque ya sabía quién era ella en realidad y lo
que le hizo en su encuentro anterior. La mujer insistía: —¿Te acuerdas?
—Sí me acuerdo, pero me enfermé.
—¿Por qué te enfermaste?, yo soy mujer.
—Pero me seguía un animal, como una cabra me seguías, me querías atacar.
—¿Cómo va a ser eso posible?, yo soy mujer, me estás viendo, contigo soy mujer. A mí no me busques nada, no tengo cuernos, no tengo nada. ¿Hacemos un trato y nos encontramos un día? El señor estaba ebrio, pero la vio tan hermosa que le respondió:
—Bueno, sí. —¿De verdad? —De verdad.
Nuevamente la Chocantena había engañado al señor, lo había encantado con su belleza ficticia, con el disfraz que usaba el espíritu maligno para atacar a sus víctimas.
—Entonces así quedamos, en siete días nos encontramos.
—Está bien, en siete días me voy contigo.
Pasaron los días acordados y llegó el hombre al encuentro de la misteriosa y bella mujer. Dijo el hombre:
—De verdad cumpliste, viniste. Yo también, ahora vamos a tomar unas cervezas. Estuvieron bebiendo y el señor se olvidó de trabajar por varios días. Unas per-
sonas pasaban y lo veían embriagándose, hablando y riendo solo. La Chocantena le ordenó:
—Ahora vamos a tu casa, si me quieres, ahí nos quedamos, si no me quieres yo me regreso.
El hombre la llevó a su casa y le dijo a su mujer:
—Traje a una señora que quiere estar con nosotros, es solita y no tiene con quién vivir.
—Bueno.
La esposa tuvo que acceder porque le tenía miedo a su esposo, siempre se hacía lo que él quería en la casa, porque si no, la golpeaba. Pero ella se daba cuenta que nuevamente había caído en el hechizo de la Chocantena. Cuando se iba el hombre, se daba cuenta de que algo raro pasaba y le dijo a su esposo:
—Esa mujer está inquieta, ¿por qué tú no lo ves? En realidad no es mujer, es la misma que te engañó la vez pasada, solamente te lo digo para que no te engañe. Cuando te sirvo tu plato de comida, ella te echa un mechón de su cabello en tu plato, tú te lo estás comiendo y no te das cuenta de nada, ¿no ves que te estás comiendo el cabello? Yo veo que ella te hace maldades, sale al patio y se ríe. No me deja estar contigo, pero ya me cansé ¡Ah!, pero ya la voy a correr de aquí.
—¿Qué le vas a hacer?
—Voy a sahumar la casa con unas hierbas y unas flores, con eso la voy a ahuyentar ¡Qué se vaya!
—¿De verdad?
—De verdad, porque ya te está ganando y te va llevar, ¡ya me dijo que te va llevar! La esposa fue a la iglesia para que el sacerdote bendijera unas flores y unas hierbas especiales para ahuyentar el mal aire y también llevó agua bendita, después regresó a su casa. Aprovechaba cada vez que la Chocantena se volteaba para echarle un poco del agua bendita y en cuanto pudo sahumó la casa, aprovechó que habían salido su esposo y la mujer maligna. Cuando regresaron y entraron a la casa, la Chocantena brincó, se retorció en el suelo y se convirtió en una totola, ipso facto se fue volando por la ventana, a su paso arrojó algo que no distinguieron en la penumbra, pero hizo mucho ruido. Al presenciar el suceso el hombre se espantó y le dijo a su mujer:
—De verdad eso no era una mujer, eso era mal aire y lo tuvimos aquí en la casa, ¿quién sabe cuánta maldad nos haría? Perdóname… perdóname, mujer, yo te prometo que desde ahora nunca más voy a beber más alcohol.
UNO DE LOS ORÍGENES ACEPTADOS DEL MITO DE LA LLORONA RADICA EN QUE SE TRATÓ DE UNA MUJER REAL
La esposa estaba muy enojada, aunque pensó en remediar lo sucedido y en limpiar la casa de todo mal, entonces buscó lo que había tirado la Chocantena y le dijo a su esposo:
—Se oyó algo que cayó al suelo cuando se fue volando ese animal maldito, vamos a buscar qué fue.
Al asomarse bajo la mesa del comedor estaban las piernas de la Chocantena, que cuando se transformó en ave, se desprendieron de su cuerpo, la esposa las envolvió en un costal y las puso rápidamente bajo el fogón. El esposo temeroso le dijo a su mujer:
—Bueno, ya se fue, ahora ¿cómo voy a salir?, me va a estar buscando.
—No tengas miedo, te voy a dar algo con lo que te vas a proteger para que no te vuelva a seguir. Lleva esta agua bendita, lleva este polvo de tabaco en tu bolso, y si la vuelves a ver ya no te va a poder engañar, ya vas protegido. Pero no tienes que tomar alcohol, porque si no te va a volver a hechizar.
Se fue el hombre a trabajar a su milpa, pero le ganó el vicio y volvió a emborracharse, de regreso a su casa, al pasar junto al río vio que estaba una mujer bañándose metida en el agua, cantando con una voz hermosa. Entonces el hombre se acercó, ella volteó sonriendo maliciosamente y le dijo:
—¡Ya nos encontramos otra vez! Tú tienes algo que es mío.
El hombre espantado que ya estaba cayendo en el hechizo, metió la mano a su bolso, tomó un poco del tabaco entre sus dedos y sopló hacia donde estaba la mujer en el agua y le dijo:
—No, yo ya no quiero contigo ningún trato.
La Chocantena se retiraba de la orilla del agua para que no le cayera el polvo que le estaba aventando y siguió hablando:
—¿Por qué no quieres que andemos, así como nos encontramos la vez pasada? ¿No te gustó? Yo estoy más hermosa que tu mujer.
El hombre sacó su botellita y le echó el agua bendita, inmediatamente ella se sumergió en el agua mostrando que en vez de piernas tenía una cola de serpiente y el hombre se alejó del lugar. Pero las artimañas de la mujer por regresar a la casa continuaban, así que volvió a cruzarse en el camino del señor, pero ahora en forma de una serpiente de colores brillantes, lo que llamó la atención del hombre quien la siguió con curiosidad. Llegó hasta el panteón, y vio que la serpiente estaba enroscada en una lápida y se acercó a observarla, cuando estaba a unos cuantos pasos la serpiente creció y le enroscó el pie para jalarlo y meterlo en una fosa. Como pudo se soltó y le aventó el polvo de tabaco. Dicen que salía mucho humo, el animal se retorcía y gritaba como mujer, el señor espantado salió corriendo del panteón y llegó a su casa:
—Mujer, ¿sabes a dónde fui?
—¿A dónde fuiste?
—Iba a la milpa y ahí por el camino que pasa el río, que me encuentro a la Chocantena… Cuando ya venía corriendo oigo que venía llorando, lloraba como una mujer, de verdad que no lo podía creer que me haya engañado otra vez ¡Quién sabe qué quiere esa maldita mujer! ¡Ay! Decía llorando: —¡ya me dejó el hombre!, ¡ya me dejó el hombre!
—Ya viste, cómo anduviste de borracho y ojo alegre, como no te portaste bien te va a llevar. Por más que te advertí no me hiciste caso.
La esposa del hombre sabía cómo eliminar el mal, pero quería que su esposo aprendiera la lección y que de una u otra forma la respetara y se volviera una persona trabajadora y sin vicios. Pasó el tiempo y el hombre dejó de beber, trabajaba en su milpa que ya estaba dando buenos frutos. Nuevamente encontró a una mujer que le dijo:
—¿Me encaminas?
—No, yo ya voy para mi casa porque mi mujer me está esperando.
La esposa lo iba siguiendo a escondidas para saber si su esposo ya se estaba portando bien y se apresuró a la casa para llegar antes que el marido, entonces buscó las piernas que había dejado la Chocantena en aquella ocasión cuando salió por la ventana volando y las echó al fogón para que se quemaran.
El señor seguía caminando hacia su casa y al pasar junto al río escuchó que lloraba una mujer y espantado caminó más rápido, echando polvo de tabaco a su alrededor. Cuando llegó a su casa le contó lo que había escuchado y ella le respondió:
—No te preocupes, ese mal aire ya no volverá a molestarte porque ya eres un buen hombre, ¿viste que ya no te siguió, ni se te apareció?
—Sólo la escuché, pero ya no vi nada. Ahora sí aprendí que tengo que respetarte, también a nuestra casa y mi trabajo, porque si no vamos a pasar hambre. Perdóname. A partir de ese día, tanto el hombre como la mujer, trabajaron, se respetaron y se cuidaron, con ello lograron vivir mejor y en armonía.
Sin embargo, el espíritu del agua en su forma de mal aire y las múltiples formas en que se manifiesta la Chocantena, sigue asechando a los hombres que incumplen las normas sociales de respeto dentro del núcleo familiar y a la naturaleza, que rigen cada cultura. La mujer que originalmente fue víctima en una historia de violencia y perdió lo único que le daba alegría, se convirtió en un llanto amargo y doloroso que aterroriza en las noches y castiga a los hombres que obran mal y maltratan a las mujeres, a los niños y no honran su trabajo.